El déficit de folato es uno de los trastornos nutricionales mundialmente más comunes. Se encuentra en muchas plantas, especialmente de hoja verde, y en el hígado. La forma sintética es el ácido fólico, un mono-glutamato oxidado más estable, pero la mitad de biodisponible que el natural. Se recomiendan ingestas entre 70 μg al día en niños y 600 μg en la segunda mitad del embarazo. Se ha popularizado reforzar con fólico cereales, harinas y granos para reducir el riesgo de defectos del tubo neural.
Se absorbe en el duodeno y yeyuno de forma pasiva, y en mayor medida mediante un transportador. Las reservas de folato son moderadas (0,5 a 20 mg); si no se recibe, el déficit analítico comenzará en semanas y el clínico, en meses.
Están íntimamente ligados al de la cobalamina.
La clínica en muy similar al déficit de vitamina B12, pero es menos frecuente la clínica neurológica. La presencia de folato bajo y homocisteína elevada se considera un factor de riesgo de demencia (incluyendo enfermedad de Alzheimer) y depresión. Se calcula que el 50 % de los defectos del tubo neural se deben a déficit de folato en la madre alrededor de la concepción). Los suplementos de fólico durante el embarazo pueden reducir el riesgo, aunque no haya déficit previo, pero no lo eliminan del todo.
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